Madelin Nuñez aprendio el arte de la repostería junto a su tía Rosa Morales, con quien trabajo por un tiempo y descubrio el amor por este oficio. En el año 2015, justo cuando iba a comenzar la universidad, se arriesgo a iniciar su propio negocio con el apoyo de su madre, quien fue su primera aliada en esta aventura.
Al principio, la repostería era una forma de generar ingresos para costear sus estudios. Pero con el tiempo, más que un trabajo, se convirtió en una pasión. Se graduo, pero nunca dejo los pasteles. Al contrario, se enamoro más de esta profesión.
Con el paso del tiempo se integraron sus hermanas, una primero y luego la otra. Hoy, son tres hermanas trabajando juntas, sacando adelante este pequeño pero valioso negocio familiar que les ha dado más de lo que soñaban. Cada pedido que realizan lleva dedicación, honestidad y mucho corazón, porque creen que lo hecho con amor siempre llega más lejos.
